Tanto la pintura surrealista como el arte visionario buscan explorar aquello que, a simple vista, no se ve. A pesar de que el surrealismo fue más un movimiento literario que pictórico, muchos pintores magníficos formaron parte de éste. Como corriente, el surrealismo fue además profundamente influenciado por el psicoanálisis, que en aquel entonces emergía y en cuyos postulados se basaron muchos surrealistas para crear obras de arte.

Lo que hoy conocemos como arte visionario no tiene un comienzo claro. Bien podríamos decir que comenzó desde la época de las cavernas, pues todo hombre prehistórico que pintó sus sueños y visiones, con el fin de transmitirlas e intentar encontrarles sentido, podría ser considerado un artista visionario. Inclusive, podríamos decir que el arte religioso de las civilizaciones antiguas era principalmente visionario. Sólo con el paso de los siglos, conforme la fe se institucionalizó, el arte religioso se volvió canónico. Sin embargo, en un principio éste surgía de la experiencia extra-ordinaria, independiente a las religiones que posteriormente se establecieron. Tanto los artistas visionarios contemporáneos, como los surrealistas de principios del siglo XX, han buscado distintas formas de conectar con el inconsciente y traer de éste al mundo los secretos que alberga.

 

 

Pintura surrealista

Rene Magritte, Los misterios del horizonte, óleo sobre tela, 50 × 65 cm, 1955.

 

Antecedentes de la pintura surrealista y arte visionario

Los pintores visionarios contemporáneos dicen que este arte es tan antiguo como los primeros símbolos grabados en piedra por chamanes prehistóricos. Esta forma de arte se manifestó entre los egipcios, minoicos, mesopotámicos y griegos antiguos, entre otros más. En las culturas antiguas, el arte visionario se desarrolló a la par que los mitos y las leyendas, hasta que ambos cristalizaron en estilos definidos y mitologías concretas. No obstante, como bien señala el antropólogo Joseph Campbell, existe cierta forma de mono-mito que subyace bajo los aspectos externos aparentemente distintos de las culturas. En el estudio de estos aspectos en común que pueden ser encontrados entre diversas estas culturas basarían sus investigaciones psicólogos como Carl Jung y Sigmund Freud. Estas investigaciones serían aquellas que más influenciarían, no sólo al movimiento surrealista, sino también a los expresionistas, los expresionistas abstractos y a algunos artistas que son considerados visionarios.

Aquellos que podríamos nombrar los artistas visionarios de la antigüedad formaron parte activa de la creación de las mitologías de sus distintas épocas y culturas. En lo que respecta a la tradición de arte occidental han existido grandes artistas que, si bien no pertenecen ni al surrealismo ni al arte visionario contemporáneo por la época en que vivieron, bien podrían ser parte de ambos. Grandes pintores como El Bosco han fascinado e inspirado durante siglos a artistas y aficionados al arte. Esto es debido a la riqueza de su pintura, tanto en el aspecto técnico como en el imaginario que en ella se devela.

 

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Atribuida a Jheronimus Bosch (El Bosco), El jardín de las delicias, óleo sobre tabla, 220 × 389 cm, h. 1503–1515.

 

El jardín de las delicias

La obra más conocida del Bosco, El jardín de las delicias, es de suma importancia para la historia del arte, pero lo es aún más para los movimientos pictóricos en cuestión -tanto surrealismo como arte visionario. La interpretación del Bosco de los tres mundos del cristianismo, paraíso, mundo terrenal e infierno, aunque se basa en las narraciones bíblicas, requirió una gran cantidad de imaginación por parte del artista.

Como ya hemos mencionado en otros textos, durante muchos siglos ser pintor no sólo implicaba saber representar objetos, saber de composición y de color, sino que también requería saber de hermenéutica. Un buen pintor debía dominar una gran cantidad de símbolos, que le servían para comunicar mensajes por medio de sus pinturas. En el arte antiguo, estos símbolos no siempre existían y era el papel del artista inventarlos o descubrirlos.

La tarea más compleja que un artista surrealista, expresionista abstracto o visionario debe abordar, es la complejidad que implica representar o transmitir por medio de la pintura emociones, ideas, conceptos, sueños y visiones, de tal forma que estos sean perceptibles. En muchas ocasiones, el representar una emoción o un sueño aparenta ser virtualmente imposible, puesto que pueden componerse de elementos que van más allá de lo que una pintura permite realizar. Es en este punto donde la tarea del artista se vuelve realmente significativa; puesto que el pintor no puede sólo limitarse a imitar la realidad, debe crear un lenguaje que le permita transmitir aquello que lo mueve.

 

Arte visionario

Nicolái Roerich, Madonna Laboris, temple sobre tela, 84 x 124cm, 1931.

 

La creación de un lenguaje

Los símbolos, signos y arquetipos son sustanciales para la transmisión de ideas y experiencias. El gran artista surrealista Rene Magritte hizo amplio uso de estos para transmitir sus pensamientos. Sin embargo, fue la forma en que los insertó dentro de la composición y narrativa de sus cuadros la que produjo una lectura más interesante. A través de la recontextualización y descontextualización de objetos y circunstancias, Magritte jugaba con nuestra percepción; pero también nos llevaba de esta forma más allá de lo que habitualmente percibimos, haciéndonos con pensar y explorar, tanto nuestro inconsciente, como lo que damos por hecho del mundo. Su uso de metáforas, no obstante, no habría tenido el impacto necesario de no ser por el buen dominio que tenía de su medio: la pintura.

 

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Rene Magritte, El imperio de las luces, óleo sobre tela, 195.4 x 131.2 cm, 1953-54.

 

Así como el símbolo es muy importante para la transmisión de una idea, en pintura es igual de importante nuestro uso del color y nuestro medio. Una experiencia mística debe transmitir misticismo, que no siempre puede ser exclusivamente reducido a un símbolo -a menos que aquel que observa el símbolo tenga una experiencia significativa propia a partir de la cual imbuirlo de significado. Es en este punto que el dominio del color y la pintura se vuelve casi indispensable para el pintor interesado en la pintura surrealista o el arte visionario. Producir una experiencia mística u onírica convincente sobre un lienzo es una tarea distinta a la de simplemente imaginarla o experimentarla.

 

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Alex Grey, Gall Wasp (Avispa gallarita), 2010.

 

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Rembrandt, El festín de Baltazar, óleo sobre tela, 167.6 × 209.2 cm, 1635.

 

Romanticismo y Simbolismo.

Grandes artistas de todos los tiempos se dieron a la tarea de encontrar formas de transmitir experiencias o ideas metafísicas: ideas románticas y filosóficas sobre la vida, sus sueños y visiones. Todo esto ha tomado distintas formas a través del tiempo, puesto el propio paso del tiempo cambia las alusiones simbólicas que cargan significado para quienes experimentan cada época. Representaciones que en algún momento conmocionan a la gente, en épocas posteriores pasan completamente desapercibidas. Como bien dice Baudelaire en su texto El pintor de la vida moderna: es la tarea del artista transmitir verdades inmutables y eternas a través de lo que es pertinente a su tiempo.

La pintura surrealista y el arte visionario del siglo XX fueron particularmente influenciados por dos movimientos previos: el romanticismo y el simbolismo. Posteriores y casi paralelos a la revolución francesa, además de inspirados por el espíritu de esta época, los artistas de dichos movimientos buscaron nuevos lenguajes y motivos para representar sus ideales metafísicos de forma diferente a lo que marcaba canónicamente la iglesia. Hasta ese momento eran el clero y la aristocracia quienes determinaban qué era y cómo debía representarse la grandeza de la existencia y aquello sutil que escapa a la percepción habitual del hombre durante la vida cotidiana. Sin embargo, artistas de estos períodos -como Caspar David Friedrich y otros- comenzaron a explorar formas diversas de representar estos fenómenos, tanto en cuanto a motivos como en cuanto a aspectos técnicos. Los artistas del presente interesados por estas corrientes pictóricas seguimos aún hoy en la tarea de explorar distintas formas de transmitir aquello que escapa la vida convencional, para volverlo pertinente para nuestro presente.

 

Caspar David Friedrich. Morning in the Riesengebirge

Caspar David Friedrich, Morgen im Riesengebirge (Mañana en las Montañas de los Gigantes), óleo sobre tela, 108 × 170 cm, 1810-11.

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