¿Cuáles son las diferencias entre pintura y fotografía? Bien podríamos decir que esta pregunta no se respondió satisfactoriamente hasta entrado el siglo XX, particularmente si queremos encontrar respuestas teóricas a esta pregunta. No obstante, la forma en que los pintores del siglo XIX la respondieron no fue a través del lenguaje escrito, sino a través de su obra. En mayor a menor medida podríamos hablar de tres grandes respuestas a esta circunstancia, o tres grandes categorías que se hicieron obvias a partir de los cuestionamientos que detonó la fotografía con respecto a la pintura.
La primera de estas categorías la describiremos a partir de un gran ejemplo, la pintura de Vincent van Gogh.

Vincent van Gogh, Casas en Auvers, óleo sobre tela.
Cuando vemos una pintura de van Gogh, vemos la obra de una persona conmovida por la vida y el mundo, preocupada tanto por los actores del mismo, como por el color, la forma, el movimiento y la impresión que éstos y otros elementos detonan en nosotros como espectadores. Lo que diferencia la obra de van Gogh -junto con la obra de otros de sus contemporáneos impresionistas y postimpresionistas- de la obra fotográfica, es que sus cuadros son trabajos producidos por seres humanos que interactúan personalmente con el mundo y con el material de la pintura; a diferencia de las fotografías -que dependen de una maquinaria para existir-, la pintura no requiere de la visión de un intermediario y, por lo tanto, es producto del vínculo directo entre hombre y mundo. Gracias a que la pintura tuvo la oportunidad y necesidad de distanciarse de la figuración, debido al nacimiento de la fotografía, se obtuvo la posibilidad de explorar este vínculo, no sólo en términos de representación y tema, sino también en términos formales: color, material, línea, trazo, delgadez, saturación, etc. Dentro de la pintura de los impresionistas, y particularmente en la de van Gogh, todos estos elementos se vuelven componentes significativos que expresan un sentir y visión del mundo.

Vincent van Gogh, La Meridiana o La Siesta, óleo sobre tela, 1890.