El cuerpo humano posee, por un lado estructura, por otro, movimiento, tridimensión y por último, la piel. Para ser captados asertivamente, la estructura y el movimiento requieren de un medio fluido y de un dibujo preciso. Necesitan que el pintor conozca desde adentro el cuerpo, los huesos y los músculos, y que tenga la capacidad, no sólo de copiarlos, sino de reproducirlos con libertad y espontaneidad. Para esto, el medio debe tener la capacidad de responder ante la acción del artista y el óleo es un medio que tiene la capacidad de hacerlo. Otra ventaja del óleo es que, así como en su estado fluido tiene la capacidad de registrar la libertad del trazo, es también capaz de exaltar el volumen del cuerpo representado. Cuando hablo aquí de volumen, no sólo me refiero al que se produce a través de la ilusión de luces y sombras, sino a aquel que se genera por medio de la corporeidad misma del material, ya que sobre el lienzo es ésta la que se convierte en la materialidad misma del cuerpo representado.
El óleo es un medio sumamente interesante para trabajar la figura humana, debido a que el propio cuerpo del medio tiene la capacidad en sí mismo de convertirse en el cuerpo del objeto representado sobre el lienzo, gracias a sus características. Artistas de distintas épocas como Rembrandt, Tiziano, Van Gogh, Baselitz y otros grandes pintores del pasado y el presente hicieron uso de esta cualidad del material en los cuerpos y rostros que retrataron.

Baselitz, Hotplate fa caldo (Ofenplatte fa caldo), 2015.

Rembrandt, Bathsheba con la carta de David, óleo sobre tela, 142 x 142 cm, 1654.