La historia del graffiti moderno (60's-70's)
Mucho se puede decir sobre el graffiti como una de las expresiones artísticas urbanas más conocidas del siglo XXI. Sin embargo, son pocos lo que hoy en día conocen los humildes comienzos del graffiti moderno, así como el proceso evolutivo que lo llevó de las pintas y la mera escritura en paredes, postes y autobuses hasta los murales impresionantes y las galerías de arte alrededor del mundo.
El graffiti ha flirteado constantemente con otras formas de arte urbano contemporáneas y ha apoyado todo tipo de revoluciones en este largo camino, llegando mucho más allá de las expectativas de sus precursores y volviéndose parte de la cultura popular de muchas generaciones, grabándose en la memoria colectiva hasta consolidarse como lo conocemos modernamente.
Observemos pues, el graffiti más de cerca.
Trasfondo histórico del Graffiti
La palabra “graffiti” (o en singular “graffito”) se refiere, en la historia del arte, a trabajos de arte producidos al rascar, raspar o rayar un diseño -generalmente con un estilete o punzón- sobre una superficie. Ya desde estos inicios, podía tratarse de nombres, dibujos o inscripciones de tipo irónico, satírico o burlesco.
Si bien aquí nos vamos a concentrar en el fenómeno del graffiti moderno, es bueno también puntualizar que, de acuerdo con esta definición, el graffiti existe desde tiempos antiquísimos. Tanto así, que en la antigua Grecia, en la ciudad maya de Tikal, en los tiempos de los vikingos y en la segunda guerra mundial el graffiti ya estaba presente.
El abordar el tema desde esta perspectiva también resulta muy interesante, sin embargo, sigue otro curso que podría desviarnos de nuestro verdadero objetivo: ahondar en el fenómeno que es el graffiti como hoy en día lo conocemos. Así pues, la historia nos remonta en primera instancia a cierta localidad de los Estados Unidos a mediados de los 60’s.
Los inicios del graffiti moderno
Cornbread
Corría la década de 1965 en Philadelphia, EUA, cuando en las instalaciones del "Centro de Desarrollo para La Juventud de Philadelphia” ( Philadelphia's YDC por sus siglas en Inglés. Básicamente, era una correccional para menores), un busca pleitos de 12 años de nombre Darryl McCray, conocido como “Cornbread”, estaba por convertirse en quien hoy es ampliamente considerado como el primer artista de graffiti moderno en esta historia.
Su sobrenombre, “Cornbread” ("Pan de maíz") surgió de su predilección por este alimento durante su estancia en las instalaciones del YDC de Philadelphia. De hecho, era tanta su insistencia hacia los cocineros del YDC por recibir más pan de maíz (con el cual había crecido al lado de su abuela) que por eso decidieron apodarlo de esta manera, lo cual fue muy bien recibido por el joven Darryl.
Emocionado con su nuevo nombre, Cornbread decidió compartirlo con sus amigos, y con todo el lugar. En vez de formar parte de la violencia y del uso de drogas propios de ese entorno, Cornbread estaba constantemente en busca de nuevos lugares para dejar su marca, llegando a pintar prácticamente todo el YDC con su nombre. Firmó la sala de visitas, la iglesia, los baños y todo espacio posible de manera tan obsesiva que los trabajadores sociales llegaron a pensar que tenía algún problema mental.
Sobra decir que, cuando fue liberado, redobló esfuerzos.
Salió a tomar las calles de Philadelphia junto con amigos como “Cool Earl” y “Kool Klepto Kid" (quienes también se convertirían en futuras leyendas del graffiti) para que así, todo mundo en la ciudad los conociera.
Pintar su nombre en todos lados se volvió de lo más importante en su vida. Incluso fue de esta manera que conquistó a la chica que le gustaba (escribiendo “Cornbread ama a Cynthia” aquí y allá en la ruta que ella utilizaba para llegar a la escuela). Pronto acabó por inspirar a otros, quienes también buscaban un atisbo de fama, de su gloria.
Tiempo después, en algún punto, un periódico publicó erróneamente que Cornbread había muerto en el tiroteo de una pelea de pandillas, y su respuesta fue contundente: Se escabulló dentro del Parque Zoológico de Philadelphia y pintó en ambos lados de un elefante la leyenda “Cornbread lives” (“Cornbread vive”), hazaña que le valió acabar en prisión.
Para ese momento, sin embargo, su fama era ya precedente. Según relata él mismo en el documental “Wall Writers: Graffiti in its Innocence” de Roger Gastman, los propios guardias de la prisión le pedían su autógrafo.
“Mi nombre resonó como Jesucristo.” Dijo Cornbread.
Taki 183
Más o menos al mismo tiempo, similar a lo que sucedía con Cornbread y los crews (grupos de artistas del graffiti) de Philadelphia, algo interesante se cocinaba en el corazón de “La Gran Manzana”. Un movimiento paralelo de graffiti surgía en la Ciudad de New York.
Eran tiempos difíciles para la juventud de bajos recursos de la ciudad. En su libro “Training Days: The subway artists then and now”, Henry Chalfant y Sacha Jenkins relatan “New York no tenía mucho, [y] los niños tenían que pensar en que hacer ellos mismos.”
Entre esos niños, se encontraba un adolescente aburrido (como él mismo se definió) que se haría conocer como “Taki 183". Proveniente de Washington Heights, un barrio griego justo al norte de Harlem, su ahora famoso tag (o firma), legendario en la comunidad del graffiti, sería fruto de la unión entre un diminutivo de su nombre en griego, Demetrius, y el número 183 que era el número de su calle.
Taki 183 no fue el primero en combinar el nombre y el número de su calle para convertir la mezcla en parte de la decoración de su vecindario en New York. Incluso él mismo menciona a “Julio 204” (quién no llegaba con su firma más allá del mismo barrio) como una de sus principales fuentes de Inspiración. Lo que marcó la diferencia es que Taki fue el primero en convertir el taggeo (o firmar) en un trabajo de 24 horas.
Armado con marcadores y latas de aerosol, se dió a la tarea de pintar su nombre a lo largo y ancho de todo New York. Elegía cuidadosamente el siguiente espacio para que sus obras fuesen tan notorias como fuese posible. Postes de luz, hidrantes, paredes, vagones del metro… incluso hizo un agujero en su chaqueta para poder mantener su mano oculta mientras “trabajaba”.
Su empleo como mensajero en bicicleta era perfecto para andar de arriba a abajo por la ciudad, y lo llevó juntó con el graffiti hasta los vecindarios de clase alta del lado este de New York. Fueron tan exitosas sus incursiones en la zona que, a decir de él mismo en cierta entrevista que se le hizo años después, “Podías caminar 40 cuadras y ver mi nombre en cada poste”.
Taki, al igual que Cornbread, empezó a obsesionarse. Dijo a Street Art NYC “Me gustaba la idea de firmar con mi nombre, y me gustaba la sensación de salirme con la mía al hacerlo”, “una vez que empecé, ya no me pude detener”. Su labor se había vuelto tan notoria que un buen día llamó la atención de un reportero del New York Times, quien publicó un perfil en 1971 que acabó por catapultar la fama de Taki hasta el estatus de leyenda entre aquellos que formaban parte de la escena del graffiti de principios de los 70 en la gran ciudad.
Taki 183 fue, sin más, el primer neoyorkino en volverse famoso a través del graffiti. Y así como Cornbread hizo en Philadelphia, se convirtió en la inspiración de toda una generación de escritores/pintores de graffiti de todo New York.
Estas dos luminarias del graffiti se encontraron unos 40 años después, en 2011, para plasmar sus nombres en las paredes de la exposición “Art in the streets” de Roger Gastman, en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Angeles (MOCA Los Angeles, por sus siglas en inglés)
https://www.instagram.com/p/B_GERxonwbV/
El graffiti en los 70’s
La maquinaria del graffiti estaba echada a andar para la década de los 70. Era inevitable notar que había ciertos patrones presentes entre aquellos que se volvieron verdaderamente dedicados a pintar en las calles de las ciudades de aquellos tiempos, y es que se dice que eran atrevidos, creativos, jóvenes y que, en la mayoría de los casos, provenían de barrios pobres. Sus opciones en cuanto a cómo pasar el tiempo libre eran ciertamente limitadas.
En el documental de Roger Gastman, al hablar acerca de aquellos tiempos, otro artista del graffiti proveniente del Bronx conocido como “Bama” comenta: “Podías formar parte del equipo de basquetbol, podías formar parte de una pandilla o podías andar allá afuera pintando las paredes”.
Así las cosas, para los sociólogos como Gregory Snyder, autor del libro “Graffiti Lives: Beyond the tag in New York’s urban underground” resulta muy comprensible que el graffiti se volviera algo tan significativo en la vida de estos jóvenes de bajos recursos. Como Snyder nota en su libro, esta forma de expresión le dió la oportunidad a estos chicos y chicas de “obtener fama y respeto por sus actos”, recompensas que en cualquier otra parte de sus vidas eran prácticamente del todo elusivas.
Snyder asegura que “en su forma más pura, el graffiti es una forma de arte democrática que se deleita en el sueño americano”.
Esta búsqueda de la gloria significó que el graffiti estaba cada vez más presente en las zonas con mayor afluencia de turistas, como SoHo, más que en las zonas y localidades más pobres, lo que mostraba que, para la mayoría de los artistas de aquel entonces, el que su trabajo fuese visto era más importante que cualquier otra cosa.
Esto también nos da un dato esencial sobre los artistas de graffiti (o graffiteros) de este periodo: en los años 70, la legibilidad -y no el estilo- era lo más importante. De hecho, hasta ese momento, como menciona Jon Naar en el documental de Gastman, “Se llamaban así mismos escritores, no artistas”.
Y se valieron de todo medio posible, todo aquello que pudieran encontrar y que les fuese útil, para plasmar su nombre. Muchos de estos materiales siguen siendo utilizados por los graffiteros de nuestros tiempos, incluídos los mexicanos: marcadores industriales, cera para zapatos, etc… todo valía con tal de llevar su tag por toda la ciudad, llegando incluso a pintar metódicamente los vagones del metro durante la noche, para que a primera hora del día salieran hacia sus diferentes destinos llevando eficientemente su obra alrededor de la ciudad.
"MICO", otro graffitero de aquellos tiempos, resume la primera parte de la historia del graffiti de la siguiente manera “Empezó al mismo tiempo en diferentes vecindarios, pero todos teníamos algo en común: queríamos hacernos famosos.”
A mediados de los 70’s, con los vagones del metro llenos de graffiti cada mañana y a pesar de que había quienes festejaban esta forma floreciente de arte, el asunto se volvió inevitablemente un blanco político.
Los alcaldes de la ciudad de New York, John Lindsay y Edward Koch se comprometieron a tomar medidas energéticas para terminar con lo que ellos consideraban un síntoma de un “problema urbano mayor” en la ciudad. Limpiar el graffiti se convirtió en una forma de probar que, como escribe Snyder, “Los políticos tenían el control nuevamente”.
Sin embargo, las autoridades de aquel entonces no se imaginaban que lo que estaba por catapultar el graffiti a su nueva fase sería, ni más ni menos, sus mismos intentos por reprimir contundentemente el crecimiento de este fenómeno urbano.
Las medidas tomadas por el gobierno generaron una oleada de graffiti de protesta. Los graffiteros no estaban dispuestos a ceder. Los autobuses y en especial el metro significaban para muchos de ellos “rutas internacionales” -Terminología utilizada por "C.A.T 87", otro graffitero de la época- para darse a conocer y hacerse de una reputación.
Así que valiéndose de mapas del sistema de metro y de las redes de información que habían creado, se alertaban los unos a los otros sobre los lugares más seguros y sobre los más peligrosos al momento para plasmar sus obras. Esto sentó las bases para lo que MICO calificó en un artículo de la revista New York Magazine sobre la historia del graffiti como “guerrilla graffiti”, una que eventualmente drenó los recursos de la ciudad.
Jeff Chang, periodista y crítico de música explicó: “ Los intentos de la MTA por blanquear los vagones del metro sólo intensificaron el proceso del cambio de estilo, porque había más blancos potenciales y todos eran lienzos en blanco”.
Snyder agrega que, como resultado de esto, el graffiti de los 70’s progresó “desde firmas y garabatos hechos con marcadores, a elaboradas obras maestras logradas con múltiples colores en aerosol creadas en las oscuridad de la noche”. Fue en este punto donde la legibilidad empezó a tomar un lugar más secundario para dar prioridad a la originalidad artística y la estilización.
Los graffiteros empezaron a experimentar con nuevos estilos de escritura y de adornos. Embellecían sus tags con estrellas, coronas, flores o globos oculares. Los tags simples evolucionaron en lo que la revista de John Maizels, “Raw Vision” (una publicación a manera de foro para artistas autodidactas y genios desconocidos), llamó “abstracción caligráfica jeroglífica”.
Entre los graffiteros más icónicos de este periodo podemos encontrar a "Superkool 223", quien descubrió que una válvula para aerosol “más grande”, o de mayor amplitud al expulsar la pintura, le permitía rellenar las letras más rápidamente. A el se le atribuye la primera obra maestra del graffiti. También de este periodo tenemos a "Tracy 168", cuya obra apareciera en los créditos al principio de la comedia de John Travolta “Welcome back, Kotter”, y a "Phase 2", con un nombre muy apropiado dado el importante rol que tuvo al marcar el comienzo de una nueva era en la historia del graffiti como expresión artística.
Phase 2
Phase 2 (Lonny Wood) fue ni más ni menos que el creador del famoso estilo de graffiti conocido como “Bubble”: letras gruesas, rechonchas, similares a un malvavisco. A este estilo también se le conoce como “softies”, aunque el término “bubble” es el más conocido en México. Este tipo de piezas, también conocidas como “bombas” en nuestro país (manera en la que en México se denomina a la mayoría de obras que no son sólo firmas o tag), se convirtieron en un hito de sus tiempos y las podías ver en todos lados. Aún es uno de los estilos favoritos por su simplicidad.
Phase 2, sin embargo, no se detuvo ahí. Fue un innovador incansable y un pionero en variedad de estilos previos a 1980, con lo cual no sorprende a nadie que haya adquirido un papel muy importante en el periodo en el que el graffiti se empezó a ver cada vez más conectado con la emergente escena hip-hop.
Esta etapa de desarrollo y de experimentación en los 70’s sentó las bases para formas y estilos tan novedosos como el reconocido “wildstyle”, tan único en su clase que no pudo evitar el transformar la percepción general que existía hacia el graffiti al comenzar a exhibir verdaderas obras de arte épicas dignas de admiración y reconocimiento a nivel mundial.
“Wildstyle”, enfatiza el artículo de Spray Planet, no era solo una nueva forma de taggear las paredes o los vagones de metro. Para los artistas del graffiti moderno, dijo Tracy 168, “es la forma en la que vivimos”.
El Graffiti después de los 70’s
Como hemos visto, a diferencia de la creencia general, fue hasta la década de 1980 que el graffiti comenzó a estar asociado a la cultura Hip Hop de manera explícita, convirtiéndose en una de sus disciplinas fundamentales. Dichas disciplinas son:
- Rappeo o MCing
- DJing o Tornameseo
- Breakdancing o b-boying/b-girlying
- Graffiti
Estás 4 disciplinas son las que siempre están presentes al hablar del Hip Hop pues se considera que por sí mismas engloban y pueden transmitir la esencia de la identidad de la cultura hip-hop, siendo así un claro manifiesto de su filosofía.
Cada una de estas facetas tuvo su propia evolución, aunque dado que las tres primeras están directamente relacionadas con la música se puede intuir que su desarrollo fue, en buena parte, mano en mano.
El graffiti, sin embargo, no era un fenómeno aislado de lo que sucedía en su entorno. Por el contrario, como comentamos previamente, estaba ampliamente ligado a este, y ya que a mediados de los 70’s sucedían muchas cosas en New York, entre ellas se encontraba una escena del graffiti en pleno florecimiento y, también, las fiestas y la mentalidad en las que surgió la escena del hip-hop como estilo musical en el Bronx.
No es para nada raro que estos fenómenos socio-culturales, que vinieron a cambiar de manera significativa la vida diaria de un sector de la población Neoyorquina de bajos recursos, tomaran tanta fuerza entre los jóvenes de la época.
Tanta era la necesidad de “algo más”, que estas explosiones de creatividad pudieron ir más allá de una mera forma de entretenimiento. Pasaron a ser una oportunidad de gloria momentánea y a convertirse en verdaderas herramientas de desarrollo personal y hasta económico.
Lo siguiente en la agenda del graffiti fue una imparable evolución que podemos presenciar hasta estos días.
Alcanzadas fronteras de tinte más artístico, la diversificación del mensaje ha respondido también a necesidades de expresión más introspectivas. Se ha llegado a los tiempos del muralismo con aerosol, de las obras de graffiteros en museos de arte contemporáneo. Aunque esto, por supuesto, no ha cortado en ningún momento el vínculo con sus inicios, ya que en el espectro del graffiti aún cabe la búsqueda de la fama y de la adrenalina en la pintura ilegal, los mensajes de tipo político, ambiental o social, las expresiones de estéticas más definidas y la creatividad en constante reinvención.
Graffiti VS Arte urbano
Para finalizar, cabe mencionar que gracias a esta misma constante reinvención, la búsqueda de nuevos materiales, espacios y fronteras ha llevado al graffiti a alternar con otras formas de arte urbano y de arte contemporáneo. Hay graffiteros que de hecho se volvieron prolíficos artistas urbanos.
No obstante, como sucedió cuando los graffiteros de los 70’s se identificaban más bien como escritores y no como artistas, si bien un graffitero actual se podría identificar, en determinadas circunstancias, a sí mismo como artista, hay una marcada diferencia entre su mentalidad y la de artistas callejeros como Jean-Michel Basquiat, Keith Haring, Mark Jenkins o incluso Banksy.
La differencia
Un artista urbano puede no estar interesado en absoluto en el graffiti, pero si en exponer su obra fuera de las galerías de arte, en mimetizarlas con el entorno para expresar su mensaje, valiéndose así de la belleza, la estética y la intriga estilística para este fin.
Un graffitero actual, por su lado, puede no estar particularmente interesado en este tipo de mensaje, sino más bien en la adrenalina de pintar de manera ilegal, en el alcance de su creatividad en cuanto a su propio estilo o un diseño en particular y así, comunicarse primero con otros graffiteros y después con todos los demás.
Por supuesto que, hay puntos donde estas mentalidades se pueden mezclar y coexistir.
A final de cuentas, todo depende del mensaje que se quiera hacer llegar y la motivación de la que se parte. Hay muchos que, en tiempos modernos, parecieran estar inyectando nueva vida al graffiti de protesta, aunque hoy día no es sólo para pelear contra un gobierno que intenta repeler el graffiti, sino en respuesta a las problemáticas propias de nuestros tiempos.