Fauvismo: La bestialidad pictórica de 1905
El título puede parecer demasiado, lo sabemos, pero te garantizamos que no es ninguna exageración de nuestra parte. El fauvismo (o fovismo) lleva la bestialidad en el nombre y en su raison d'être. Y aunque es probable que muchos le encuentren similaridad con el impresionismo, la forma en la que este movimiento se desarrolló fue a base de romper con arquetipos tanto impresionistas como anteriores al impresionismo, mucho más tradicionales.
De hecho, se puede decir que entre más clásico el método de percepción, más notoria era la ruptura que crearon Henri Matisse, André Derain, Maurice de Vlaminck y otros artistas aquel verano de 1905. Al fauvismo se le considera el primero de los movimientos avant-garde que florecieron en los primeros años del siglo XX y aquí veremos el cómo, el por qué, y conoceremos sus principales obras y representantes.
Las bases del Fauvismo
Como mencionamos antes, en el verano de 1905, Henri Matisse (1869–1954) y André Derain (1880–1954) presentaron al mundo obras con un colorido antinaturalista y vívidas pinceladas. Trabajaron juntos en estas pinturas en el pequeño puerto pesquero de Collioure a las orillas del Mediterráneo.
Cuando exhibieron sus obras en el Salon d’Automne en París, estas inspiraron una ingeniosa aunque negativa crítica por parte de Louis Vauxcelles, quien les llamó fauves o “bestias salvajes” en su reseña para la revista Gil Blas, apelativo que después sería aplicado a los artistas como tal.
(Al parecer, Vauxcelles tenía un don para eso de las terminologías, ya que fue también el primero en acuñar otro término que sería muy sonado en el mundo del arte: “cubismo”, y aunque eso es otra historia, te recomendamos esta publicación para después.)
En estas pinturas, Matisse y Derain utilizaban una respuesta espontánea, generalmente subjetiva hacia la naturaleza, la cual expresaron en pinceladas firmes, llamativas y sin disfraz, con colores vibrantes, como directamente aplicados del tubo.
Dicha espontaneidad desafiaba, también, lo que había sido Henri Matisse en el pasado, ya que -en total contraste con las obras por las que se hizo famoso- hasta el momento en que su madre le proporcionó materiales para pintar mientras se recuperaba de una enfermedad, era todo un estudiante de leyes de su tiempo: un hombre serio, inteligente y… sí, un burgués sin más.
Pero afortunadamente para él, nosotros y el mundo del arte, fue, en sus propias palabras, ”mordido por el demonio de la pintura”.
Así que mordido y alegre, llegó al fauvismo después de experimentar con estilos post-impresionistas, basado en Van Gogh, Cézanne y Gauguin, así como en los neo-impresionistas Seurat, Signac y Cross.
Con la influencia de todos estos pintores en mano y habiéndose formado con otros como Bouguereau y Moreau, Matisse se sintió inspirado a rechazar el espacio tridimencional tradicional y buscar un nuevo espacio pictórico que estuviese definido por el movimiento de planos de color, las cuales son las características principales del fauvismo.
Quizás en este punto sea bueno mencionar que estos paisajes, retratos y representaciones intensamente coloridas pueden no resultar propiamente “salvajes” al ojo moderno, que podría encontrar en ellas, más bien, una expresión de celebración y de alegría por los tonos antinaturalistas y de gran vitalidad, pero recordemos que hablamos de 1905 y que eran épocas muy distintas.
El fauvismo se salía de contexto con su uso del color, aunque debido a la innegable carga emocional, al movimiento se le llegó a comparar con el expresionismo alemán.
Esta aseveración procede de la similitud entre el uso de colores brillantes y pinceladas espontáneas, y se menciona en concreto al expresionismo alemán puesto que, por aquellos días, los pintores franceses estaban más ensimismados con los aspectos formales de la organización pictórica, mientras que los expresionistas alemanes estaban involucrados de manera más emocional con sus temáticas.
Esta pintura de Matisse “Lujo, Calma y Deseo”, fue la más famosa de las que se presentaron en el Salon d’Automne. Fue terminada en 1904 y se dice que se le consideró un trabajo apabullante y visionario. Presentaba la estructura de un paisaje tradicional, idealizado, pero su estética… ¡Su estética! Eran pinceladas separadas, con lo blanco del lienzo mostrándose entre estas y con un detalle y color expresivo antinaturalista.
Era, por tanto, una obra contemporánea y sin restricción: una total celebración del aquí y el ahora, a la que sólo le faltaba un nombre retomado de un poema de Charles Baudelaire y voilá.
Parecía que ya desde el periodo gestante de esta obra, si había algo de lo que Matisse estaba seguro, era sobre que camino no seguir. Y vaya que pasó de largo y sin frenar.
Matisse y los representantes del fauvismo en acción.
Su pintura de 1905 Femme au chapeau (Mujer con Sombrero) hablaba con un tono aún más imponente acerca de este momento fundacional del fauvismo.
Se trataba de un retrato de la esposa de Matisse, Amélie. En esta obra maestra, se puede ver el detalle en los pertrechos burgueses: mano enguantada sosteniendo un abanico de papel, el sombrero finamente elaborado que le da título a la pintura y, sin embargo, todo emerge de una paleta estridente, trastornada, que desafiaba las reglas de la pintura académica y que, por supuesto, ofendió sensibilidades burguesas.
Pero Matisse no solo ofendió a muchos: fascinó a muchos más. Tanto así, que con el tiempo se volvería uno de los pintores más reconocidos -y ricos- de sus tiempos, innovando y revolucionando el mundo del arte. Con esto, logró que la crítica eventualmente fuera cambiando de tono hacia su propuesta.
Hasta se dio el lujo de hacer que su padre se tragara sus palabras, pues el hombre le dijo que se moriría de hambre al dejar la abogacía porque la pintura era cosa de vagabundos.
La cosa es que mientras el tiempo seguía su curso, Matisse se fue haciendo de un lugar causando revuelo a diestra y siniestra con su fauvismo pese a que en realidad todo lo que buscaba con su arte era la serenidad. Otra de las pinturas famosas de Matisse, Armonía en Rojo, es gran ejemplo de lo que era el principio fundamental de su movimiento: la fuerza del color.
Es una pintura que, en teoría, junta tres géneros en uno: retrato, bodegón y paisaje, y aunque ese vibrante color rojo atrapa la mirada y la envuelve, lo siguiente que podemos notar es que se brinca sin más toda regla de naturalismo, sombras y perspectiva.
Por detalles como estos, se decían todo tipo de cosas negativas acerca del arte de Matisse; que si eran “mensajes peligrosos salidos de un manicomio”, “monstruosidades infantiles sin sentido ni vergüenza”, que su arte era “primitivo”, “grotesco” y demás, pero lo cierto es que la gente no podía evitar acercarse a mirar.
Era algo que nunca antes se había hecho y tanto el público como sus colegas y rivales podían reconocerlo.
Se dice que en Montmartre, Picasso y su banda escribieron en las paredes: “¡Matisse te vuelve loco!”, “¡Matisse es más peligroso que el alcohol!”.
Maurice de Vlaminck
Otro pintor fauvista principal fue Maurice de Vlaminck (1876-1958), al que algunos denominan un fauvista o “animal salvaje” natural ya que su uso de colores altamente intensos correspondía a su propia exuberante naturaleza.
"Cuando tengo la pintura en las manos, es la vida y yo, yo y la vida." dijo Vlaminck.
Al igual que Matisse, Vlaminck tomó una fuerte inspiración en Van Gogh, y de hecho, acabó dando el salto al Fauvismo después de ver la segunda exposición retrospectiva del trabajo de Van Gogh en el Salon des Indépendants en la primavera de 1905. En su caso, también lo impulsaron las pinturas fauvistas producidas por Matisse y Derain en Collioure.
"Yo era un bárbaro tierno" diría sobre sí mismo al rememorar aquellos tiempos. Apasionado, contestatario, con un uso del color que pretendía desafiar abierta y conscientemente la tradición, se dice que era tal su ímpetu que le llevaba a repudiar los museos y a extraer del color toda la fuerza expresiva. Vlaminck era más un paisajista, aunque también pintó bodegones y algunos retratos. Fue gran amigo de Derain.
André Derain
Hay quien dice que como artista, Derain estaba en un lugar intermedio entre sus dos grandes amigos: el impetuoso Vlaminck y aquel Matisse de carácter más bien sereno y su gozosa expresión de los colores. Derain ya había estado trabajando de manera intermitente desde 1900 con Vlaminck en Chatou, cerca de París. Y como mencionamos antes, fue en 1905 que pasó el verano con Matisse en Collioure, después de conocerse estudiando con Moreau.
De 1906 a 1907 pintó unas 29 obras de escenas londinenses utilizando una paleta más limitada, algunas de estas están entre las más famosas de sus obras.
Era un artista libre, por lo cual tuvo diversos periodos, pero su fascinación por las miniaturas francesas y por las obras italianas trecentistas se mantuvieron siempre presentes. Fue también escultor, ilustrador y escenógrafo.
Derain no se interesaba sólo por el color, sino que prestaba gran atención a la forma. Poco a poco sus dibujos se fueron volviendo más precisos, adquirieron mayor inspiración de la naturaleza y aunque los volúmenes que utilizaba se volvieron más concentrados, ciertamente su uso del color fue dejando la impactante vivacidad característica del fauvismo.
Henri-Charles Manguin
Lo más notable de Manguin son los tonos pastel que solía utilizar para representar escenas de desnudos, playas y bañistas en la riviera francesa. Así fue que capturó esas escenas vívidas de aguas mediterráneas color turquesa y de exuberante vegetación siempre verde.
Manguin También estudió con Gustave Moreau en el École des Beaux-Arts junto con Matisse, Camoin y los otros. Al terminar sus estudios, se fue a viajar por Francia con su amigo Albert Marquet, también fauvista, y empezó a exhibir su obra en el Salon des Indépendents. Pasó mucho de su vida en el sur de Francia y prácticamente el resto de esta utilizando la brillante paleta icónica del fauvismo, llevando a cabo paisajes y bodegones de gran equilibrio y armonía.
Georges Rouault
A Rouault se le consideró primero como un pionero del expresionismo, aunque fue él mismo quien se identificó con el fauvismo al estudiar con Matisse y los demás.
Uno podría decir que sus pinturas contrastan, por cuestiones de color, con el del resto de “las bestias salvajes”, sin embargo, aunque sus tonos eran sombríos, la intensidad de estos estaba implicita en todas sus obras. Rouault no estaba para pintar sillones coloridos o bodegones, sino para denunciar la crueldad, la hipocresía y el vicio.
Su sello incomparable son esas pinceladas gruesas de color negro que enmarcan a sus personajes. Se dice que quizás fue una influencia que quedó incrustada en él al haber empezado en esto del arte con la realización de vitrales. De esta manera, representó payasos, prostitutas y otros personajes marginales al igual que escenas religiosas (era un ferviente católico), las cuales, por cierto, trajo al arte moderno.
Charles Camoin
Ampliamente celebrado en Francia, las coloridas pinturas de Camoin utilizan pinceladas plumosas, paletas de matices pastel y gran elaboración en las condiciones de la luz y la atmósfera, todos rasgos que aparte de relacionarlo con el fauvismo también lo vinculan a los principios estéticos de impresionistas como Renoir.
Le fascinaban el plenairismo, pintar al aire libre, y buscaba capturar el juego de la luz y el color durante momentos en los que el brillo del sol se escabulle.
Achille-Émile Othon Friesz
Su maestro fue Charles-Marie Lhuillier y al inicio de su carrera era admirador del trabajo de Jean-Baptiste-Camille Corot y de Delacroix, por lo que adoptó sus colores y pinceladas suaves.
A su inclusión en el fauvismo incorporó marcas más acentuadas y una paleta vibrante, exhibiendo junto a Matisse y Derain en el Salon d’Automne en 1905. Ahí conectó con el fauvismo y con la influencia artística de Matisse y de Camille Pissarro, quienes se volvieron amigos suyos de toda la vida.
Kees van Dongen
A su llegada a la capital francesa, Van Dongen se relacionó con Félix Fénéon (crítico) y su grupo de artistas asociados a La Revue Blanche. Realizó ilustraciones política y socialmente comprometedoras para revistas como L’Assiette au Beurre en 1901, con no pocos números dedicados al asunto de la prostitución.
Era admirador de Rembrandt y al principio en su obra dominaban los tonos oscuros, pero su paleta comenzó a ampliarse por la conexión con el fauvismo y sus representantes, con quienes mantuvo contacto desde 1906. Expuso junto a ellos hasta 1912, alternando también con los expresionistas.
En una nota del Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris, al pie de una amplia exposición del trabajo de Van Dongen se comentó sobre su obra:
"el color hizo de Van Dongen el espíritu guía del Fauvismo, el color que surgió de sus viajes a Marruecos, España y Egipto y su reinvención del Oriente a comienzos de la década de 1910".
Jean Puy
Trabajando junto a Matisse y Derain, Puy desarrolló una paleta basada en la interpretación emocional del mundo más que en la realidad observada.
Aunque sus pinturas no fueron tan radicales como las de otros de sus salvajes compinches -su trabajo mantuvo, notablemente, armonías tonales templadas y un sentido de la forma tridimensional- se le considera pionero en su uso de tonalidades brillantes.
“¡Colores!” escribió en cierta ocasión, “¡Colores atractivos, cautivadores, hechizantes, engatusadores, fascinantes, encantadores! Parece como si nunca paráramos de deleitar nuestros ojos en ellos.”
Louis Valtat
Las obras tempranas de Valtat se trataban generalmente de paisajes y escenas callejeras. Utilizaban un suave toque de impresionismo y los puntos de color del puntillismo junto con una paleta intensa, brillante.
Después de sufrir de tuberculosis, pasó varios otoños e inviernos en el Mediterraneo, donde intensificó su uso del color y empezó a expresar tendencias más fauvistas, particularmente en sus paisajes marítimos (o marinas), aunque se dice que nunca adoptó como tal la audacia extrema del color y de la forma que caracterizaba al fauvismo.
Albert Marquet
Las primeras composiciones de Marquet estaban ya caracterizadas por una clara aproximación fauvista, donde mantenía un fino control del dibujo y respondía a la luz no solo intensificando los tonos más fuerte, sino también al observar los más débiles en términos de color. Se dice que Matisse y Marque ya habían estado pintando juntos en colores puros desde 1898.
Aunque pintó con los fauvistas por años, utilizaba colores menos brillantes y violentos. Solía enfatizar los tonos menos intensos al mezclar complementarios, considerándolos siempre matices en regla, por lo cual nunca utilizaba agrisados.
Raoul Dufy
De Dufy se dice que era un creador inquieto y polifacético, que puso pie en todas las corrientes de moda en su tiempo, por lo cual no se limitó sólo al fauvismo sino que también incursionó en el cubismo y otras más. Se le considera uno de los grandes coloristas de ese siglo, y es que Dufy desarrolló un estilo innegablemente colorido y decorativo.
La obra “Luxe, Calme et Volupté” de Matisse fue una revelación para él. Después de presenciarla se dirigió hacia el Fauvismo.
En su obra podemos ver un trazo vigoroso y espontáneo, el cual mantuvo hasta 1909, cuando se habían revivido los ánimos por la obra de Paul Cézanne, lo cual le lleva a adoptar una técnica algo más sutil.
Georges Braque
Georges Braque estudió en el École des Beaux-Arts de París y hacia 1906 se hizo parte de las filas del fauvismo gracias a su amigo Othon Friezs. Entre las obras de Braque de este periodo podemos encontrar El embarcadero del puerto de l'Estaque.
Lo que le fascinó a Braque del fauvismo fue su modernidad, pero conocer la obra de Cézanne y a Picasso cambió el curso de su obra y el de la historia del arte, levantándose así el telón para la presentación del cubismo.
Lo cierto es que para muchos de estos artistas el fauvismo fue un estadío de transición, una etapa de aprendizaje. Para 1908, debido a la muerte de Cézanne, se revive el interés en su visión sobre el orden y la estructura de la naturaleza, lo cual llevó a muchos a dejar atrás el emocionalismo turbulento del fauvismo.
Hasta Derain que también fue de las piedras angulares del fauvismo flirteó con el cubismo, después de lo cual se volvió un pintor bastante famoso (aunque en una manera algo neoclásica a decir de algunos). Matisse, sin embargo, siguió el rumbo que se había fijado él mismo con el fauvismo y en el que fue pionero, logrando un balance sofisticado entre sus emociones y el mundo que pintaba.