Obras de Botticelli: 20 de las pinturas que lo hicieron famoso a lo largo de su vida.
Las obras de Botticelli, cuyo nombre real fuese Alessandro Di Mariano Di Vani Filipepi, lo llevaron a ser uno de los pintores más conocidos de la Europa del siglo XV, cuya fama ha llegado sin ningún problema hasta nuestros días. De orígenes humildes, llegó a la vida en 1445, varias generaciones después de que Donatello y Masaccio le otorgaran al arte florentino su sello característico.
Si bien al admirar su obra, tanto el talento que poseía como su habilidad son tangibles e innegables, no se convirtió en aprendiz de pintor sino hasta los catorce años de edad.
En esta publicación daremos una vuelta por su historia y por su obra, la cual está labrada profundamente en los senderos del arte -concretamente, de la pintura- por su importancia en el renacimiento.
Los primeros años de Sandro Botticelli
Del apodo que lo siguiera a través de la fama (y del tiempo), no hay nada a ciencia cierta pero sí algunas interesantes conjeturas.
Una de ellas nos comenta que dicho apodo surgió al vivir con su hermano Giovanni, de quien se dice era bajito, rechoncho y aficionado a la bebida, por lo cual era llamado “Botticello”, lo que llevaría a que al pequeño Alessandro se le llamara “Botticelli” o”Pequeño Barril”.
Otros dicen que fue algo que surgió cuando trabajó como aprendiz de orfebre con su hermano Antonio.
Sea como fuere, el que sería su primer contacto con el mundo de la pintura llegaría gracias al vibrante ambiente cultural que se respiraba en Florencia en aquel entonces, aún en los barrios de trabajadores como el de Solferino, donde vivían los padres de Boticelli: Mariano Di Vani Di Amedeo Filipepi, de oficio curtidor, y su esposa Smeralda.
Su hermano Giovanni tenía veinticinco años para cuando nació Alessandro, por esto se cree que fue él quien lo acogió y lo educó.
A la parroquia de Solferino asistían, entre otros vecinos, los acaudalados Vespucci (siendo uno de ellos Amérigo, quien un día le pondría su nombre a un continente), ellos pusieron a los Filipepi en contacto con la gente correcta para lo que sería la carrera de Sandro.
Dicho esto, gracias a los Vespucci, la familia Filipepi entró en contacto con Giovanni Di Paolo, para quien Leon Battista Alberti diseñó el Palacio de Rucellai, el Santo Sepulcro en la Capilla Rucellai y la fachada de la Iglesia de Santa María Novella. Debido a lo importante que era Alberti, Sandro estudió su tratado ”De Pictura” (1436) a profundidad, y se dice que en muchos casos siguió las recomendaciones que ahí encontró.
En 1458, por fin se accede ante los deseos de Alessandro y su padre lo envía al taller del pintor Filippo Lippi, también conocido de los Vespucci, que se encontraba ubicado cerca de ahí, en Prato. Estas oportunidades que los Vespucci otorgaban parecían seguir una cierta lógica, por lo que se puede pensar que aparte de su buena relación como vecinos de los Filipepi, habrían notado algo especial en el pequeño Sandro.
Formación de Botticelli
Con Lippi, Sandro realizó sus primeras obras propiamente documentadas, como “Virgen con el niño”, la cual forma parte de una serie de Madonnas que Botticelli pintó con todo tipo de variaciones (aunque cabe aclarar que no todos estos cuadros gozan de tanta fama como esta pieza que aquí vemos, la cual alcanzó el precio de 3,816,000 Liras Esterlinas en una subasta de la casa Christie’s en 2006).
Fue de Lippi de quien Botticelli recibió sus mayores influencias, como la síntesis entre el nuevo control de formas tridimensionales, los detalles decorativos que se heredaron del estilo gótico tardío y esa delicadeza expresiva que podemos apreciar en los rostros y gestos de todas las obras de Botticelli.
Cuentan algunos que, debido a la fuerte influencia, muchas de sus primeras obras se le atribuyen a su maestro y que aún hoy en día la autoría de estas sigue siendo incierta.
Lo que sí es cierto es que las obras de Botticelli siguieron madurando, tanto en ese estilo íntimo que les imprimía como en destreza técnica, yendo más allá de lo aprendido con Lippi después de que este último mudó su taller.
Fue en ese momento que Botticelli empezó a frecuentar el taller de Andrea Del Verrochio, con quien también acudían otros artistas de vanguardia de aquel momento entre los que se encontraban Domenico Ghirlandaio o Leonardo Da Vinci, artistas con quienes el joven Sandro pudo codearse y trabajar.
Poco después, alrededor de 1470, Botticelli ya tenía su propio taller. Fue en ese mismo año que pintó la famosa “Fortaleza”, que fue un encargo para el Tribunal de la Mercancía de Florencia como parte de una serie conocida como “La Serie de Las Virtudes”.
En este periodo podemos encontrar obras de Botticelli famosas como “Historia de Judit” y las dos “Adoración de los Reyes Magos”, en la cual incluye, de hecho, un autorretrato, así como una representación de varios miembros de la familia Médici, como Lorenzo de Médici (que se volvió un entusiasta mecenas del arte renacentista), con quienes había entablado una muy cordial relación, y a otros personajes de su corte, como Gazpare Dizanobi del Lama.
La personalidad de Botticelli
En 1475 Botticelli hizo una obra para Giuliano de Médici. Su hermano, “Lorenzo el Magnífico”, como lo llamaban, hacía gala del aplomo que había entre ellos, pues incluso se burló de Botticelli en un poema llamándolo "goloso y glotón", haciendo alusión a los buenos momentos que sin duda compartieron.
Cuentan que a Botticelli no le gustaba mucho viajar. Sin embargo, aunque era un hombre de hogar, sí dejó su taller (ubicado en la casa de sus padres, donde vivía con el resto de la familia) para atender algunos asuntos. Uno de estos, quizás el más notable y de gran importancia para la carrera y obras de Botticelli, fue la invitación para trabajar en la Capilla Sixtina por encargo del Papa Sixto IV, quien tenía una buena relación con los Médicis.
Para esta tarea, aparte de Botticelli también fueron convocados otros artistas florentinos, como Pietro Perugino, Cosimo Rosselli y Domenico Ghirlandaio. El trabajo demoró más de lo que él y los demás artistas tenían pensado.
Aunque los pintores se habían comprometido a terminar el trabajo para el 15 de marzo de 1482, no fue sino hasta octubre de ese mismo año que las diez historias enfrentadas del Antiguo Testamento quedaron terminadas. Así, las obras de Botticelli y sus compañeros, hoy pintores de renombre, siguen embelleciendo la Capilla Sixtina.
A diferencia de muchos artistas, Sandro Botticelli tampoco tuvo una vida amorosa exuberante, llamativa o problemática. De hecho, no se tienen noticias sobre sus relaciones amorosas. Ya sea por su dedicación al arte o por falta de interés, no parecía particularmente seducido por los placeres carnales o el romance.
Se dice, incluso, que le tenía aversión al matrimonio, pero no es que se tratase de alguien solitario. Muy al contrario, según Vasari, le gustaba la compañía y siempre estaba dispuesto a bromear.
Algunos afirman que si por alguien pudo tener un interés romántico fue por Simonetta Vespucci, esposa de Marco Vespucci, a quien retrató y utilizó como modelo en diferentes obras, entre las que se encuentran El Nacimiento de Venus.
Este rumor fue reforzado cuando, llegado su momento, Botticelli pidió ser enterrado a los pies de ella ( Simonetta murió a la edad de veintidós años, unos 34 años antes que Botticelli) en la Iglesia Florentina de Ognissanti, pero como tal, no hubo ninguna declaración abierta u “oficial” al respecto, así como tampoco se supo de ningún amorío extramarital por parte de Simonetta con Botticelli.
En cierta ocasión, el artista fue objeto de una denuncia anónima por sodomía, pero fue retirada y nada procedió. El drama en este aspecto de su vida no va más allá de esto.
Fue también en 1482, después de terminado su trabajo en la Capilla Sixtina, que pinta la historia de Nastagio degli Onesti (hoy en el Museo del Prado), con la que se celebraba la boda de Gianozzo Puci y Lucrecia Binni ( se puede apreciar la representación de los escudos de las dos familias en la pintura) .
Este cuadro de alguna manera indica que las obras de Botticelli se hicieron patentes también en el mercado de la decoración de los cassoni matrimoniales.
Estos eran cofres matrimoniales italianos con los que se conmemoraba una unión y que aparte de ser hermosamente tallados, decorados con ornamentos y chapeados en metales como el oro, podían portar pinturas de artistas como Jacopo del Sellaio, Bartolomeo di Giovanni (alumno de Girlandaio) o el mísmo Botticelli, ya que a ningúno le apenaba que su obra formara parte de este tipo de muebles (eran verdaderas obras de artesanía).
Las obras de Botticelli: El Neoplatonismo y su esplendor.
En el siglo XV, los intelectuales florentinos estaban descubriendo el Neoplatonismo, el cual fue una corriente de pensamiento que partía de la filosofía de Platón para sostener que el espíritu es supremo sobre la materia, con lo cual se conducía el alma hacia Dios a través del intelecto y del amor.
De hecho, unos años atrás, “Cosme el viejo” había fundado en la villa de los Médicis en Careggi la Academia Neoplatónica Florentina, donde diversos intelectuales se daban cita. Entre ellos se encontraba el filósofo Marsilio Ficino, traductor de las obras de Platón y teórico del Neoplatonismo.
¿Que por qué es relevante esta corriente de pensamiento a la obra de Boticelli? Pues resulta que al involucrarse el pintor con esta floreciente cultura, creó obras con temática mitológica de gran belleza, ampliamente reconocidas hoy día, como La Primavera, Palas y El Centauro y Venus y Marte.
La ya mencionada y mundialmente famosa El Nacimiento de Venus es también de este periodo. Así que los Médicis y el Neoplatonismo contribuyeron grandemente al desarrollo y madurez pictórica (y personal) de Botticelli.
Hay quien dice que a estas obras de Botticelli se les puede considerar la síntesis estético-figurativa del alma del renacimiento. También, aunque el determinar el final del periodo gótico y el inicio del renacimiento con precisión es algo difícil, se dice que El Nacimiento de Venus fue una obra fundamental para culminar la transición.
Esta obra también llegó poco antes de un periodo más bien decadente en la historia de Florencia y al que, dicho sea de paso, sobrevivió apenas por poco. La atmosfera estaba a punto de cambiar y Botticelli junto con su arte entrarían en una fuerte etapa de auto reflexión.
El periodo tardío de Botticelli
Con la muerte de Lorenzo el Magnífico en 1492 puede considerarse cerrada la época del primer Renacimiento.
Dos años después de su fallecimiento, Florencia fue invadida por los franceses, los Médicis, expulsados de la ciudad y como si esto fuera poco, un infame predicador de nombre Girolamo Savonarola encabezaba una contrarrevolución cultural en nombre de un cristianismo fundamentalista.
En este curso de acción, Savonarola organizó la “Hoguera de las Vanidades” el 7 de febrero de 1497 donde se quemaron libros, instrumentos musicales, cosméticos y otros objetos considerados pecaminosos. Obras de arte incluidas, por supuesto.
El Nacimiento de Venus, una de las grandes obras de Botticelli, estaba en la agenda para ser quemada, pero nunca llegó a serlo pues alguien -se desconoce quién o cómo- la salvó.
Botticelli vivió todo esto en carne propia y lo afectó profundamente, al punto en que dudó de sí mismo y de todo lo que había creído hasta entonces.
Al parecer, su sensibilidad y el temor de que su percepción de la espiritualidad lo llevase a los abismos más profundos no lograron oponerse a la apasionada ortodoxia extremista de Savonarola, por lo que se convirtió en seguidor del fraile. Seguía trabajando para los Médicis y manteniendo una vida social ocupada, pero algo había cambiado en él.
En este periodo, las obras de Botticelli revelaban sus nuevas inquietudes religiosas. Incluso algunos historiadores han visto una crítica del régimen de los Médicis, sin embargo hubo obras de este mismo periodo que fueron mucho menos famosas por la simbología que podemos encontrar en ellas.
La Calumnia de Apeles es una pintura emblemática entre las obras de Boticelli pues muchos la vieron como la cristalización de una crisis, de una involución en Botticelli.
Parecía que sus dudas sobre el neoplatonismo habían cobrado forma. La escena muestra diez figuras: el rey Midas, el Juez malo, la Sospecha y la Ignorancia, el Rencor, la Calumnia, la Envidia, el Fraude, la Penitencia y la Verdad que resplandece a la izquierda de la escena, señalando al cielo con el dedo.
Y en contraste, tenemos La Crucifixión Mística, un pintura que muestra a Cristo en la cruz, pero que no muestra el Gólgota al fondo, no, sino Florencia. Se dice que con esta obra Botticelli daba a entender estrepitosamente a sus conciudadanos que la sangre de Cristo estaba derramándose a las puertas mismas de sus casas.
Para el año de 1498, Savonarola fue quemado en la hoguera. Botticelli seguía trabajando y por aquellos días, trabajaba para los Vespucci en la decoración de la nueva casa familiar en la vía Servi. Un par de años después, las obras de Boticelli contarían entre sus filas con dos pinturas muy conocidas hoy en día por la vanguardia expresada en su técnica pictórica.
Primero fue la serie La Vida de San Cenobio, que es se considera especial entre las obras de Botticelli pues en ella el espacio se convierte en el principal instrumento de negación de los equilibrios renacentistas.
Después, con el mismo estilo, siguió La Natividad o Navidad Mística. Su carga religiosa y el hecho de retomar motivos formales de origen medieval llevaron a algunos a pensar que este cuadro hablaba, sin palabras, de que el mundo se había quedado con un Botticelli diferente después de Savonarola.
El 17 de mayo de 1510 muere en la ciudad de Florencia Sandro Botticelli. Se rumora que enfermo y pobre, aunque del asunto de la pobreza muchos dudan en realidad. Se iba como uno de los grandes de la pintura y en el mismo año otros dos jóvenes artistas asombrarían a Roma y al Papa: Rafael y Miguel Ángel.
La fama de las obras de Botticelli fue impermanente, como todo, aunque se dice que en su caso hubo un tiempo en que el pintor casí cayó en el olvido de no haber sido por lo prominente de su obra en Florencia.
También, con la prematura muerte del discípulo de Sandro, Filippino Lippi (sí, el hijo de su maestro) su linaje se quedó sin herederos. Pero no todo estaba perdido para Botticelli y su herencia artísticas.
Las obras de Botticelli vivieron su propio renacimiento pues fueron recuperadas para el gusto moderno a raíz de una exposición de sus pinturas en la Galería de los Uffizi, a principios del siglo XIX. Al no perder la cualidad de deleitar y asombrar al observador, nos gustaría creer que seguirán tan presentes para el mundo del arte en los siglos venideros como lo están en nuestro siglo XXI.