Pintura y Erotismo: desde la antigüedad al siglo 21
Debo decir que ha resultado maravillosamente interesante encontrarse con que, al indagar sobre pintura y erotismo, la definición de "arte erótico" es más bien un asunto bastante subjetivo, dependiente de cierto contexto. Lo que lo hace tan interesante en sí es el hecho de que ambas percepciones, tanto la percepción de lo que es erótico como la percepción de lo que es arte, varían.
Pero el alimento para la mente con el que este hecho nutre de igual manera a artistas y espectadores está lejos de tratarse de un mero aperitivo: puede resultar en una reflexión memorable y transformadora.
Para muestra de esto (y para que conste que no es mera palabrería de mi parte), tenemos las declaraciones de la mismísima nieta de Picasso, Diana Widmaier-Picasso, que viene develándole al mundo desde hace un tiempo (o al menos así lo hizo en su libro de 2005 “Picasso: Art can only be erotic” ) que su abuelo en realidad no veía distinción entre el arte y la sexualidad, lo cual es a la vez brillante, intrigante y comprensible.
Partiendo desde esta premisa y dado que es innegable que el arte y la sexualidad han sostenido una larga relación desde tiempos inmemoriales, en esta publicación existe la pretensión de desentrañar algunos secretos y pormenores de esta unión, o al menos en lo que se refiere a las artes pictóricas concretamente, que por sí mismas nos proveen de toda una narrativa visual rica y variada. Ojalá sea de tu agrado.
Pintura y erotismo: los hechos
No es fácil escribir sobre este tema. En absoluto. Ya no por las nociones de lo tabú o de la moralidad, sino porque puede ser un tema bastante amplio. Antiguo también. De hecho, tan es así que entre los primeros ejemplos que aún sobreviven de representaciones de tipo erótico, están aquellas pinturas y tallados del periodo paleolítico que se han encontrado en cuevas. No todo eran jabalíes, lanzas y bueyes, ciertamente.
También, se han descubierto artefactos procedentes de la antigua Mesopotamia en los que se representan escenas explícitas de parejas heterosexuales teniendo relaciones, y lo mismo podemos decir en el caso de la zona de Asiria.
En ambos casos, hay historiadores y académicos que han catalogado dichas representaciones como propias de prácticas sexuales rituales, aunque se ha descubierto que solían estar más bien relacionadas con el culto a la diosa Innana (también conocida como Isthar o Ashtoret) quien era asociada con el planeta Venus -lo cual no sorprende a nadie- y que eventualmente acabó influenciando el desarrollo de una bella y famosa diosa griega: Afrodita.
Apuesto que estos nombres empiezan a hacernos cada vez más sentido para con el tema ¿cierto? Y por si mismos nos van dando también una mejor idea en cuanto al simbolismo y asociaciones que tenían estas representaciones de tipo sexual.
Pero no solo fue en Mesopotamia, Asiria o Grecia en donde aparecieron este tipo de imágenes con un interés en lo sexual. También son ancestralmente tradicionales en las culturas orientales (como el arte shunga en japón), y hay por igual culturas antiguas en América en las que están presentes (como la cultura Moche de Perú).
Probablemente estés pensando que su aparición en estas y otras civilizaciones y pueblos de la antigüedad fue de lo más natural, sin importar si eran culturas tribales o con grandes avances tecnológicos.
Después de todo, siendo tan parte de la naturaleza como los animales, las plantas, las estaciones y los astros que componían el entorno inmediato, resulta obvio y necesario representar la sexualidad a la vez que asociarla con ciertos fenómenos, otorgándole así un significado profundo muchas veces codificado en lo simbólico.
Precisamente, entonces, la sexualidad y el erotismo no son ni algo moderno ni mucho menos meramente “morboso”. Así pues, era algo que los artistas iban teniendo bastante claro en sus diferentes expresiones (pintura, danza, etc.) a medida que los tiempos iban cambiando junto con la propia mente humana.
Pintura y erotismo empezaron a encontrarse cada vez con más frecuencia y en una gran variedad de concepciones, por lo que a continuación veremos cómo se fueron compaginando y rompiendo conservadurismos en los diferentes periodos de la historia del arte.
Erotismo en el Renacimiento
En el renacimiento, aparte de los grandes avances en las ciencias y en las artes (nosotros contamos con varias publicaciones acerca de las maravillas del Renacimiento en terminos de pintura) habia una tradición de producir contenido erótico para diversión de la aristocracia.
En los inicios del siglo XVI, la publicación “I Modi” fue un álbum creado con grabados por el diseñador Giulio Romano, el grabador Marcantonio Raimondi y por el poeta Pietro Aretino. El Arte Erótico en Italia tomó muchas formas, pero quizás su representación más famosa fue esta, capturada por Giulio Romano en sus famoso “Bocetos Modi”.
Romano, sin embargo, ya era bastante conocido por su habilidad más allá de esto. El Papa Julio II, que comisionó a Rafael la decoración de las habitaciones del Vaticano (que por supuesto, sólo albergaba a la élite religiosa), encargó a Romano terminar el trabajo empezado por Rafael tras la muerte de este último. Concretamente, el terminar la instalación final en el alojamiento del Vaticano en “La Sala”.
“La Sala” era un lugar de reunión para la élite religiosa, tal cual.
En las pinturas de esta habitación podemos encontrar representaciones del Emperador Constantino, que ilustraban escenas de victoriosas conquistas espirituales del cristianismo sobre el paganismo.
De hecho, durante el tiempo en que estuvo terminando estos trabajos, Romano ya estaba también haciendo sus bocetos de escenas sexualmente explícitas sobre famosas parejas mitológicas (me ahorro comentarios sobre la ironía del asunto pues seguro ya tienes varios en mente).
Pero ¿Cuál era la motivación de Romano? ¿Qué buscaba al maridar pintura y erotismo? Es importante agregar aquí que estos bocetos fueron hechos con la intención de elicitar la naturaleza simplista del sexo entre individuos. Lo cual nos devuelve de manera muy interesante a premisas más antiguas pero no por esto menos civilizadas, como a veces se presume.
Con “I Modi”, Romano le dio también al público el poder de observar material que era prohibido por el clero del Vaticano (aunque algunos dicen que estos grabados originalmente habían sido una comisión privada para Federico II Gonzaga, pero una cosa llevó a la otra).
Hoy en día se sabe bien que las cruzadas de las religiones judeo-cristianas no solo fueron por dominio territorial o por imposición de una creencia monoteísta sobre las creencias de otros, sino que se convirtieron, básicamente, en cruzadas contra todo lo que pudiera escapar de su control, una forma de blandir el poder. Así, el misterio de lo femenino y de la sexualidad debían ser, si no posesión de ellos, algo a lo que temer y algo que se debía rechazar.
Por supuesto que ni el clero podía escapar a los encantos de la pintura y erotismo por igual.
Lo manifestaron a su manera, y aunque se hicieran pinturas representando a Eros como un cupido de rosadas mejillas, dormido apaciblemente para simbolizar el triunfo del amor sobre las pasiones carnales, el Vaticano y sus agremiados aún siguen teniendo que responder ante muchos comportamientos que nada tenían que ver con el amor o con este erotismo en búsqueda de explorar la unión de los cuerpos y la alquimia en la que podía resultar.
Francia y la pintura erótica
En Francia, pintura y erotismo no se quedaron atrás. Durante el periodo Rococó que se desarrolló entre 1730 y 1760, la “pintura galante” o de “estilo galante” (era la forma en la que se llamaba a las pinturas del periodo.
“Pintura Rococó” es un término que más bien engloba el contexto estético en que se encontraban, no el estilo de pintura como tal) tuvo también exponentes de la talla de François Boucher, para empezar.
Incluso hay muchos que lo consideraron el maestro del estilo galante -si bien es a Antoine Watteau a quien se le atribuye la creación del género- y, con sus cuadros pastoriles, sus desnudos y sus temas mitológicos, mostraba a la vez el esplendor por el que pasaba Francia y su decadencia, pues por aquel entonces había una gran tendencia hacia el arte libertino y hedonista -esto es, sin mucha amplitud de miras y simplemente hecho para darle gusto a los sentidos.
Pero no creas que Boucher era un pintor cualquiera. Admirador de Watteau y de Rubens, llegó a ser pintor del Rey y a tener como mecenas a la Marquesa de Pompadour, que debió quedar igualmente encantada con su estilo, el cual llegó a rebosar no solo de una inocencia encantadora, sino de una adecuada dosis de fino erotismo para el momento.
El erotismo y Fragonard
La Francia del siglo XVIII no tomó del todo a bien el surgimiento de estas obras que algunos puristas y conservadores calificaban de “pinturas indecentes”, etiqueta en la que incluían tanto las pinturas de Jean-Antoine Watteau como las de una de las grandes eminencias del erotismo en el arte: Jean-Honoré Fragonard.
También, y por cierto, en esos tiempos ya proliferaban los grabados eróticos -que para algunos serían el equivalente de las fotos pronográficas de hoy día, aunque quizás haya quien no esté de acuerdo-, los cuales podían ser llevados consigo, ocultos bajo el abrigo de uno.
Fragonard se volvió un exponente ineludible de la relación entre pintura y erotismo y, aún hoy día, sus obras siguen siendo ampliamente aclamadas.
A diferencia de lo hecho antes por Antoine Watteau y Jean-Francois de Troy, sus pinturas no son acerca de rituales sociales de seducción, sino que hace énfasis en un involucramiento físico íntimo, en las dinámicas del sexo como una fuerza motriz física, la fricción entre las superficies materiales.
Podemos notar, también, que en las obras de Fragonard la desnudez juega un papel más importante que en las pinturas de sus predecesores, lo que también le ayuda a definir la noción del contacto físico directo entre cuerpos como un aspecto clave en el encuentro erótico.
Para él (y para muchos) pintura y erotismo formaban una gran pareja que por más que el clero y la sociedad con sus imposiciones tambaleantes acerca de la moral intentaran dominar, no iba a ceder terreno.
Pintura y erotismo: la marcha imparable
Ya en 1862, Édouard Manet logró que a varios se les cayera el monóculo cuando se vieron escandalizados al develar su cuadro "Déjeuner sur l'Herbe" (1862), una pintura de un picnic donde una mujer desnuda se encuentra sentada entre dos hombres vestidos.
Y eso no fue nada… más sorprendidos quedaron aún cuando llegó la “Olympia” que Manet pintó en 1863. Obviamente fue rechazada para su exhibición en primera instancia, y así se mantuvo hasta 1865.
El asunto fue que, en primera, se le consideraba una parodia a la “Venus” de Urbino de Tiziano, y en segunda, se tomó como una descripción pura y dura de los hábitos sexuales modernos (o lo que es lo mismo: sustituyó a una diosa veneciana del amor por una refinada prostituta parisina).
Manet, sin embargo, tampoco buscaba escandalizar a nadie, el tenía su propia búsqueda en su obra. La doble moral de la sociedad seguía chocando contra sí misma. Pese a que algunos lo señalaron como un artista rebelde, otros han podido ver reflejado en su obra, y cito: “un caballero que se ajusta en todo al concepto decimonónico de dandi: un observador distante, refinado, que contempla desde una elegante distancia el espectáculo que le rodea.”
Hizo buenas migas con Monet y adoptó algunas cosas de los Impresionistas, pero mantenía su curso de manera independiente.
En tiempos del impresionismo
Para cuando los impresionistas entraron de lleno en escena, el panorama social había cambiado mucho y con este, también todo lo referente a lo sexual. Pintura y erotismo se apreciaban fuertes, diferentes y esto fue en en buena parte porque entre 1870 y 1880 la sexualidad femenina se convirtió en un tema común en el arte avant-garde.
Los artistas buscaban representar la sexualidad, pero también buscaban definirla. La sexualidad había roto los viejos moldes y empezaba a desbordarse; en ese momento ya era percibida hasta como una fuerza económica en la París urbanizada del periodo tardío del siglo XIX.
Los impresionistas, estando en ese epicentro, muchas veces y sin mayor empacho dejaron entrever que estaban pintando prostitutas. En otras ocasiones, el factor sexual, el objeto de ambigüedad, lo intrigante, era traído a la vida del cuadro por bailarinas, cantantes, meseras, sombrereras, lavanderas y demás.
Esta Paris moderna mostraba una sexualidad y moralidad femenina menos estable y menos gobernable que en antaño, y los impresionistas se nutrieron en buena medida de estas temáticas y ansiedades.
Menos de 30 años después, Gustave Rodin creaba la escultura “Le Baiser”, una escultura de dos amantes desnudos besándose: una comisión especial del gobierno Francés.
Al parecer de Georges Batailles (autor del texto seminal “Erotismo”) “La parte maldita del arte’ -el arte que celebra la sexualidad sobre la fertilidad, que se burla de los ideales de belleza y moralidad- había tomado su venganza.”
Después de siglos de tratar de ocultar una parte fundamental de la naturaleza humana -muy asociada a la fertilidad y a la concepción pero definitivamente diferente de estas- de maneras innecesarias, deshonestas y humillantes, resulta obvio que la implosión derrumbase desde dentro aquellos cimientos conceptuales por los que lo erótico -y todo lo que tuviera que ver con el sexo en general- se habrían concebido como algo sucio, prohibido o profano.
Quizás no sucedió de la manera más idónea, pero algo era claro: pintura y erotismo, con su constante búsqueda de la expresión y la exploración sin tapujos, sin estigmas, hicieron una mancuerna que sigue muy presente en nuestros tiempos.
Pintura y Erotismo en el siglo XX
Con sus inconfundibles estilos y concepciones, los artistas se siguieron involucrando con la pintura y el erotismo. Paul Gauguin empezó su series de desnudos Tahitianos en los 1890’s. Al poco tiempo, llegarían también Gustav Klimt (aquí con sus "Serpientes de Agua II") y aquel no menos famoso protegido suyo, Egon Schiele, que llevaron la batuta en estos temas de pintura y erotismo a principios de los 1900’s en Vienna.
Después vinieron Matisse y los fauvistas (checa nuestra publicación acerca de ellos) y Picasso con su cubismo a tirar por calle prácticamente todo lo que se conocía hasta el momento y con una visión muy propia y maravillosamente abierta sobre pintura y erotismo. Concretamente, el año 1932 mostró a un Picasso en la cima de su fama y con pinturas de las más sexualmente explícitas entre su repertorio, lo cual tuvo mucho que ver con el tórrido romance que sostenía con su joven modelo, Marie-Thérèse Walter.
Quizás Matisse sea menos famoso que Picasso al hablar de estos temas, pero eso es solo una percepción general; cosa de primeras impresiones. Entre las obras de Matisse podemos encontrar no solo un erotismo implícito, sino también obras decidida y directamente sensuales y eróticas.
Después, el líder surrealista André Breton animaba a los artistas a liberar su subconsciente y con esto, llegó Dalí confesando deseos que según algunos, horrorizaban al mismo Breton. “El Gran Masturbador” reconoce las sórdidas fantasías y el onanismo en la mente de su creador. El acto sexual que requiere un participante es la imagen del arte de Dalí, un sueño narcisista que se alimenta de la memoria para crear algo autónomo.
Igualmente sonado es el controvertido caso de Balthus, de quien se dice es un maestro para mezclarlos extremos: superficies de tranquilidad con deseos predatorios, inocencia con erotismo subconsciente. Considerado como uno de los grandes maestros del siglo XX, es uno de esos artistas que es amado u odiado, sin medias tintas. Sus imágenes contienen una infinidad de contradicciones y misterio.
Mujeres pintoras: sexualidad, pintura y erotismo en un nuevo nivel
La lucha por la liberación de sus capacidades y cualidades ha sido un camino largo, pedregoso y de mucho sufrimiento para las mujeres en general. Ya no digamos en cuanto a la liberación sexual, porque la dificultad se ve amplificada 10 a 1. Le llevó mucho a las pintoras pues, desenvolverse a modo.
Aunque haya ejemplos de grandes pintoras desde el mismo renacimiento, su visión en cuanto a pintura y erotismo, aunque presente en todo momento, estaba cubierta por un cierto velo que la ocultaba tras bambalinas y que daba una “versión oficial” de la sociedad donde dicha visión -junto con la libre expresión de la mentalidad femenina en su totalidad, dicho sea de paso- no era de importancia, por lo que no se pudo desenvolver así nomás por circunstancias que todos conocemos, lamentablemente presentes en ese y en otros puntos de la historia.
Así, la definición de pintura y erotismo de la mujer artista estuvo comparativamente censurada hasta hace relativamente poco. En este sentido, los 1960's y sobre todos los 1970's fueron una merecida bocanada de aire y es cuando llegan artistas como Alice Neel con su "María Embarazada" (Pregnant Maria) a plasmar una perspectiva completamente diferente.
Alice Neel fue una pintora figurativa de New York, quien solo ganó reconocimiento por su arte hasta bien entrada su vida y fue en el contexto del movimiento de arte feminista de los 70’s. “María Embarazada” es uno de muchos retratos de mujeres embarazadas desnudas que pintó Neel, en esta pintura podemos ver una disonancia cognitiva intencional entre la desnudez maternal (percibida como no sexual) y la pose sensual, comúnmente erótica en la que se suele representar un desnudo femenino.
Se nos muestran los diferentes aspectos de la naturaleza femenina, sexuada, sensual y creadora, simplemente siendo, ya sin velos ni trabas.
Adicionalmente, llegaron artistas contemporáneos que han traído a las filas del arte facetas que pueden no ser del todo modernas, sino mucho menos exploradas aún con la apertura necesaria, como la propuesta de Jenny Saville (da click aquí para checar nuestra publicación acerca de su obra), que desmantela los estereotipos de belleza y erotismo en el cuerpo femenino como suelen ser visto a través del arte y de la perspectiva masculina para después expandirlos.
A través del cuerpo, expresa estados de sensibilidad que nos atan a nuestra existencia, inquietud, angustia, la carnosidad dolorosa...
Y bueno, creo que este es un buen cierre para nuestro tema. Y si hay algo que es seguro es que, de una manera u otra, el fenómeno de la sexualidad ha llevado de la mano a las artes por un viaje de autoexploración hacia las profundidades de la mente humana.
El estrecho abrazo entre pintura y erotismo se ha manifestado en sí mismo como una analogía de la interacción entre los individuos, donde la sexualidad y sus pormenores juegan el papel de una profunda conexión, una en la cual podemos indagar sobre el significado de nuestra identidad, ver como resonamos los unos con los otros en una proyección en particular y vislumbrar -si queremos- el significado de la vida.