Hoy en día se sabe bien que las cruzadas de las religiones judeo-cristianas no solo fueron por dominio territorial o por imposición de una creencia monoteísta sobre las creencias de otros, sino que se convirtieron, básicamente, en cruzadas contra todo lo que pudiera escapar de su control, una forma de blandir el poder. Así, el misterio de lo femenino y de la sexualidad debían ser, si no posesión de ellos, algo a lo que temer y algo que se debía rechazar.
Por supuesto que ni el clero podía escapar a los encantos de la pintura y erotismo por igual.
Lo manifestaron a su manera, y aunque se hicieran pinturas representando a Eros como un cupido de rosadas mejillas, dormido apaciblemente para simbolizar el triunfo del amor sobre las pasiones carnales, el Vaticano y sus agremiados aún siguen teniendo que responder ante muchos comportamientos que nada tenían que ver con el amor o con este erotismo en búsqueda de explorar la unión de los cuerpos y la alquimia en la que podía resultar.
Francia y la pintura erótica
François Boucher - L'Odalisque (1745)En Francia, pintura y erotismo no se quedaron atrás. Durante el periodo Rococó que se desarrolló entre 1730 y 1760, la “pintura galante” o de “estilo galante” (era la forma en la que se llamaba a las pinturas del periodo.
“Pintura Rococó” es un término que más bien engloba el contexto estético en que se encontraban, no el estilo de pintura como tal) tuvo también exponentes de la talla de François Boucher, para empezar.
Incluso hay muchos que lo consideraron el maestro del estilo galante -si bien es a Antoine Watteau a quien se le atribuye la creación del género- y, con sus cuadros pastoriles, sus desnudos y sus temas mitológicos, mostraba a la vez el esplendor por el que pasaba Francia y su decadencia, pues por aquel entonces había una gran tendencia hacia el arte libertino y hedonista -esto es, sin mucha amplitud de miras y simplemente hecho para darle gusto a los sentidos.
Pero no creas que Boucher era un pintor cualquiera. Admirador de Watteau y de Rubens, llegó a ser pintor del Rey y a tener como mecenas a la Marquesa de Pompadour, que debió quedar igualmente encantada con su estilo, el cual llegó a rebosar no solo de una inocencia encantadora, sino de una adecuada dosis de fino erotismo para el momento.
El erotismo y Fragonard
Jean-Honoré Fragonard, Happy Lovers, c.1770La Francia del siglo XVIII no tomó del todo a bien el surgimiento de estas obras que algunos puristas y conservadores calificaban de “pinturas indecentes”, etiqueta en la que incluían tanto las pinturas de Jean-Antoine Watteau como las de una de las grandes eminencias del erotismo en el arte: Jean-Honoré Fragonard.
También, y por cierto, en esos tiempos ya proliferaban los grabados eróticos -que para algunos serían el equivalente de las fotos pronográficas de hoy día, aunque quizás haya quien no esté de acuerdo-, los cuales podían ser llevados consigo, ocultos bajo el abrigo de uno.
Fragonard se volvió un exponente ineludible de la relación entre pintura y erotismo y, aún hoy día, sus obras siguen siendo ampliamente aclamadas.
A diferencia de lo hecho antes por Antoine Watteau y Jean-Francois de Troy, sus pinturas no son acerca de rituales sociales de seducción, sino que hace énfasis en un involucramiento físico íntimo, en las dinámicas del sexo como una fuerza motriz física, la fricción entre las superficies materiales.
Podemos notar, también, que en las obras de Fragonard la desnudez juega un papel más importante que en las pinturas de sus predecesores, lo que también le ayuda a definir la noción del contacto físico directo entre cuerpos como un aspecto clave en el encuentro erótico.
Para él (y para muchos) pintura y erotismo formaban una gran pareja que por más que el clero y la sociedad con sus imposiciones tambaleantes acerca de la moral intentaran dominar, no iba a ceder terreno.
Pintura y erotismo: la marcha imparable
Édouard Manet - Déjeuner sur l'Herbe" (1862)Ya en 1862, Édouard Manet logró que a varios se les cayera el monóculo cuando se vieron escandalizados al develar su cuadro "Déjeuner sur l'Herbe" (1862), una pintura de un picnic donde una mujer desnuda se encuentra sentada entre dos hombres vestidos.
Y eso no fue nada… más sorprendidos quedaron aún cuando llegó la “Olympia” que Manet pintó en 1863. Obviamente fue rechazada para su exhibición en primera instancia, y así se mantuvo hasta 1865.
El asunto fue que, en primera, se le consideraba una parodia a la “Venus” de Urbino de Tiziano, y en segunda, se tomó como una descripción pura y dura de los hábitos sexuales modernos (o lo que es lo mismo: sustituyó a una diosa veneciana del amor por una refinada prostituta parisina).
Manet, sin embargo, tampoco buscaba escandalizar a nadie, el tenía su propia búsqueda en su obra. La doble moral de la sociedad seguía chocando contra sí misma. Pese a que algunos lo señalaron como un artista rebelde, otros han podido ver reflejado en su obra, y cito: “un caballero que se ajusta en todo al concepto decimonónico de dandi: un observador distante, refinado, que contempla desde una elegante distancia el espectáculo que le rodea.”
Édouard Manet - Olympia (1863).Hizo buenas migas con Monet y adoptó algunas cosas de los Impresionistas, pero mantenía su curso de manera independiente.
En tiempos del impresionismo
Para cuando los impresionistas entraron de lleno en escena, el panorama social había cambiado mucho y con este, también todo lo referente a lo sexual. Pintura y erotismo se apreciaban fuertes, diferentes y esto fue en en buena parte porque entre 1870 y 1880 la sexualidad femenina se convirtió en un tema común en el arte avant-garde.
Los artistas buscaban representar la sexualidad, pero también buscaban definirla. La sexualidad había roto los viejos moldes y empezaba a desbordarse; en ese momento ya era percibida hasta como una fuerza económica en la París urbanizada del periodo tardío del siglo XIX.
Los impresionistas, estando en ese epicentro, muchas veces y sin mayor empacho dejaron entrever que estaban pintando prostitutas. En otras ocasiones, el factor sexual, el objeto de ambigüedad, lo intrigante, era traído a la vida del cuadro por bailarinas, cantantes, meseras, sombrereras, lavanderas y demás.