Detrás de los brillantes pigmentos y los materiales cuidadosamente seleccionados que adornan las paredes de Ttamayo, se encuentra la huella indeleble de la historia de la pintura en México, con cimientos como el maestro Luis Nishizawa, la maestra Luz García Ordóñez con su pasión por el arte y su dedicación, José Chávez Morado y Olga Costa, pilares fundamentales para la creación y la consolidación de este espacio único.
Una de las pocas instituciones que perpetuó el conocimiento e instrucción de las técnicas en un panorama complejo donde se pretende hablar de libertad creativa, mientras que no se enseñan las técnicas, es fácil enseñar a ser libre a alguien que no tiene los recursos para moverse del sitio en el que se encuentra, ese tipo de libertad no suele incomodar a nadie.
Olga Costa (Kostakovsky). Ofrenda de muertos, 1965/1967.
Olga Costa. Niño Muerto. 1944, MéxicoRefugio de las técnicas de pintura
Con una visión incomparable, el Maestro Nishizawa comprendió que el verdadero valor de un artista no reside solo en su talento, sino también en su dominio de las técnicas y herramientas que dan forma a su visión creativa, es así como puede alcanzar su verdadera libertad. Fue esta convicción lo que impulsó la creación de Ttamayo como un refugio donde los artistas pudieran no solo aprender, sino también acceder a los materiales y conocimientos necesarios para destacarse en su oficio.
Sus palabras resonaron como un llamado a las armas en el mundo del arte contemporáneo: "No olviden las técnicas, los están enviando a la guerra sin fusil", una metáfora contundente que resaltaba la necesidad crítica de que los artistas estuvieran equipados con las técnicas y herramientas adecuadas para triunfar en el campo de batalla creativo. Para el Maestro Nishizawa, las técnicas pictóricas no eran simplemente un medio para un fin, sino el cimiento sobre el cual se construye la grandeza artística.